jueves, 12 de agosto de 2010

Murcielagos

El viento, una vez mas, estaba insoportable. En la calle un perro viejo dormitaba en un rincon. Ezequiel caminaba desmembrando la semana y esperando un mensaje con delivery de amor.

Ya bajaba el sol entonces y la caminata tenia poco sentido. "Voy a ir desfilando para casa" penso. Compro un paquete de cigarrillos, solo por si acaso, y al retomar de nuevo el paso el mensaje le llego "Eze, otra vez no puedo ir. Perdona, sera la proxima" (eso queria decir el mensaje, si bien las abreviaturas indiacaban que se podia leer cualquier otra cosa)...

"La puta madre", esta vez no lo penso, lo grito a los cuatro vientos ya que no andaba mucha gente en la calle.

Abrio el paquete, encendio uno y cambio la direccion de su caminata unos grados. Su destino ahora era la playa. No sabia si iba a mirar el mar, a putear, a extrañar o simplemente a pegarle un buen rebaje al paquete recien estrenado.
Llegando ya a la costa, al cruzar la ultima calle, vio un par de murcielagos revoloteando, en ese vuelo sin logica.
Verlos le calmo un poco la ira, ese sentimiento de verse rechazado.
Se sento sobre la arena en un reparo, le mando un mensaje a su vieja (esta nunca le fallaba) y enseguida apago el celular.

"La concha" penso, "Todo el mundo sabe que hubo algo que el viento se llevo... Lo que pocos conocen es que mucho de eso vino a parar aca, a Comodoro Rivadavia".